Por más que Cristina, Boudou y Marcó del Pont ni la nombren, la inflación llegó para quedarse y sigue en alza. Primero fue la carne, luego las verduras, el pollo, el pescado, los útiles, todo. ¿Cuáles son las causas? ¿Cómo podemos combatirla?
Aunque siempre fue alta, en el 2009 el tema inflación estuvo en un aparente segundo plano. Entre las elecciones, la crisis mundial y los líos del gobierno K, parecía que los grandes capitalistas nos daban un respiro. Pero pasó fin de año, volvieron las lluvias y el precio de la carne pateó el tablero. Vimos aumentos que iban desde el 40% y hasta el 80% en algunos cortes. ¡Apenas con decir bife o milanesa ya el bolsillo te duele!
Otra vez la respuesta de Cristina fue culpar a los productores. Y cuando el consumo cayó, por el bajo poder de compra de millones de personas que trataron de reemplazar la carne por verduras y pollo, pasó lo que estaba cantado. Tal como lo habían alertado las organizaciones de consumidores, en vez de bajar la carne subieron el tomate, la lechuga y el pollo. Y como se acerca Semana Santa, pasa lo mismo con el pescado.
Pero la especulación de las grandes empresas formadoras de precios no paró ahí. Como están por empezar las clases, la canasta escolar ya subió más de un 20% respecto del año pasado. Ya habíamos tenido los aumentos de las prepagas de salud y, antes, los tarifazos de gas, luz y transporte. Los autos nuevos y usados subirían un 24%. Y también aumentó la entrada a la cancha. Según el caradura de Boudou, todo esto no es inflación sino “un reacomo-damiento de precios”…
¿Otra vez Moreno?
Después de la primera bravuconada de Cristina, el gobierno salió a tratar de contener esta escalada inflacionaria, que hará que febrero -mes del año históricamente más bajo en inflación- termine con cerca del 3% de suba. Esto preanuncia una inflación anual superior al 30%.
Por eso volvió a la palestra la figura de Guillermo Moreno, que después de mil fracasos en sus “acuerdos” y en dibujar los números del INDEC, volverá a la carga para negociar con los empresarios algunos precios de productos que nadie consume, con tal de mostrar que están “conteniendo” la inflación.
Son todas pavadas. Los que mandan son los monopolios, que en todos los rubros (lácteos, bebidas, golosinas, limpieza-tocador) se concentran en una, dos o tres manos y encima reciben jugosos subsidios del Estado, que pagamos todos. Como se lo reconoció un industrial de la UIA al diario Clarín: “Todos nos reunimos con Moreno, le decimos a todo que sí y después cada uno hace lo que quiere”. Esa es la pura verdad. Mucha patota contra los compañeros del INDEC, pero frente a la gran burguesía... Moreno termina arrugando.
Castiga más a los más pobres
La combinación que se viene es de las peores: inflación con estancamiento. El año pasado la inflación estuvo alta, aunque no llegó a registrar los niveles que vemos ahora. Hubo miles de despidos, pero a la vez aumentó el trabajo en negro, las changas y las horas trabajadas por semana. Por eso se volvió a ampliar la brecha entre los que más ganan y los que menos. Hasta el INDEK con K tuvo que reconocer que la desigualdad social ya subió a 28.5 veces entre el 10% más rico y el 10% más pobre, casi en los niveles del menemismo. Así quedó la famosa “redistribución de la riqueza” que tanto pregonaban los Kirchner.
¿Y dónde impacta más la inflación? Lo que más aumenta son los alimentos y demás productos de primera necesidad. En general uno se puede privar del nuevo modelo de celular, o de salir al cine o al teatro, pero no podemos dejar de comer, mandar a los chicos a la escuela o vestirnos. Por eso, cuanto más pobre se es, mayor porcentaje del ingreso insumen esos rubros básicos.
Para un rico, la suba de alimentos quizás le signifique un 5% de aumento en su presupuesto total. En cambio para un trabajador promedio, el impacto es del 40%. Y para un desocupado, del 70%. Además, en las capas sociales más humildes es donde más puestos se perdieron o más se precarizó el trabajo. Por eso la inflación es una cuestión de vida o muerte para los sectores populares.
La pelea es hoy
Cuando los banqueros o los grandes empresarios de la UIA o La Rural dicen estar “preocupados” por la inflación, no les creemos nada. Mejor dicho, creemos que sus “preocupaciones” nada tienen que ver con las del pueblo trabajador. En realidad, ellos temen que la clase obrera desborde a las conducciones burocráticas y salga masivamente a exigir aumentos de sueldo.
El gobierno K quiere seguir truchando la inflación y aplicar recortes presupuestarios y techos salariales. El aumento de la asignación por hijo o el 8% para los jubilados son de chiste, si no fueran para llorar. Por su parte, la “oposición” burguesa -UCR, PJ, PRO, Coalición- no tiene ningún planteo muy distinto. En voz baja, recomiendan recorte del gasto público, o sea ajuste, freno a los salarios y también devaluación.
Los socialistas del MST, muy por el contrario, llamamos a luchar con uñas y dientes, en cada lugar de trabajo, en cada barrio, en todo el país. Al igual que vos y que millones de hombres y mujeres tenemos bronca, porque a la inflación la sufrimos en carne propia.
Moyano y Yasky...
Cuando se disparó el alza de los precios, Hugo Moyano amagó con tomar distancia del gobierno. Enseguida volvió al redil. Y su tocayo Yasky salió a pegarle a los monopolios. Pero a la hora de defender lo central para todo trabajador, que es el salario, los capos de la CGT y la CTA no difieren mucho: uno y otro dejan a cada lucha parcial librada a su suerte y no las unifican en una medida nacional para que se reabran todas las paritarias, sin techo, y por un aumento general de salarios. Como burócrtas que son, sólo les podremos arrancar un llamado a medidas de fuerza si hay una fuerte exigencia y presión desde las bases, con asambleas y plenarios de delegados.
Nuestras propuestas para frenar la inflacion:
Aumento de sueldos y jubilaciones, con indexación Eliminar el IVA a la canasta familiar Precios máximos, con control popular Mano dura con los pulpos alimenticios Un INDEC independiente, sin intervención ni patota K Basta de pagar la deuda externa
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